De nuestro último Bascook Magazine os traigo un  artículo que nos cuenta algunas curiosidades sobre el suelo que pisamos en Bilbao, sobre nuestra baldosa…

Cuenta con miles de seguidores. Su edad es un misterio, pero por ella parecen no pasar los años. Ha recorrido un montón de ciudades y, sin embargo, no olvida sus orígenes. Es ya una clásica que ha sabido adaptarse a los tiempos sin perder su imagen inconfundible. ¿Adivinan de quién hablamos? No, no se trata de Madonna, sino de la baldosa de Bilbao. Sigan leyendo y conozcan la historia de este trocito de cemento que muchos de ustedes pisan  todos los días.

Un símbolo a nuestros pies

 

La baldosa tipo Bilbao se caracteriza por sus surcos en forma de flor y los cuatro canales que desaguan la lluvia, lo que se conoce como baldosa estilo roseta. Se trata de una estructura pensada para una ciudad lluviosa y que aúna funcionalidad y estética. Originalmente era fabricada con hormigón y arena gruesa y cubierta con viruta de hierro. En la actualidad, el cemento es el material utilizado para su producción.

Sobre su origen son varias las teorías, de ahí la dificultad para conocer su edad con exactitud. Tito Aceves, quien fue subdirector de Infraestructuras y Mantenimiento del Ayuntamiento de Bilbao, data su nacimiento entre los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo en los talleres municipales. Otra teoría sitúa el inicio de su fabricación entre los años veinte y treinta en la fábrica de piedra artificial de Eduardo Sáenz Venturini, situada en la avenida San Mamés. Finalmente, a falta de pruebas de ADN para baldosines, existe un tercer posible “padre” de la criatura. Se trata de la fábrica “La Moderna”, fundada en el botxo en 1920 por Darío Robredo. El negocio continúa siendo familiar aunque en 1991 pasó a llamarse Almacenes Robredo S.L. En su página web aseguran ser los fabricantes de las primeras baldosas de Bilbao tanto para la ciudad como para exportación.

Y es que el pequeño recuadro que soporta el ir y venir de nuestros pasos  tuvo pronto una vocación viajera que le llevó a numerosas ciudades del mundo o de los extrarradios de Bilbao, según cómo se mire. Es la baldosa que cubre los suelos de numerosas ciudades de España, de Guinea Ecuatorial (antigua colonia española) y de varias ciudades sudamericanas. Buenos Aires es una de ellas. Y, si como Santo Tomás, lo suyo es ver para creer, la película alemana “La tragedia del Pamir”, rodada para la televisión en 2006, recoge un tango sobre una acera bonaerense en el que los bailarines se deslizan con sensualidad sobre baldosas estilo Bilbao… Para que luego digan que resbalan.

En videojuegos y en Facebook

Nuestra baldosa también ha sabido adaptarse a los tiempos modernos y dar el salto al mundo del videojuego. Que se lo pregunten sino al agente antivicio Jack Slate, quien acompañado de su fiel escudero canino Shadow, lucha a puñetazo y balazo limpio sobre este embaldosado contra las mafias que se han adueñado de la lluviosa, no saben nada los arquitectos  virtuales, Grant City, en el videojuego Dead to Rights: Retribution”.

También en Facebook, red social símbolo de la nueva era de la comunicación, tiene su sitio la baldosa más botxera. Cuenta en su página con más de 10.000 admiradores. Algunos de ellos son bilbaínos que desde otras tierras expresan su añoranza hacia ella y tampoco faltan quienes ante las obras de pavimentación de aceras reclaman su mantenimiento frente a su sustitución por otros modelos. Hay incluso quien la compara con el arco de San Mamés. Y no anda equivocado. A día de hoy a nadie se le escapa que ese rectángulo de 30×30 cm. que a diario pisamos sin prestar mayor atención es, sin embargo, un símbolo de nuestra ciudad. Una imagen con la que todos hemos crecido y que forma parte de nuestro imaginario colectivo.

¿Quién puede imaginar hoy Bilbao sin el Guggenheim, sin el Athletic, sin sus Siete Calles? Lo mismo ocurre con la baldosa. De ahí que podamos encontrarla en las tiendas de recuerdos para turistas en forma de piezas de joyería en plata, llaveros, velas y un largo etcétera. Por poder, podemos incluirla hasta en la invitación de boda. No cabe duda, la baldosa de Bilbao es un símbolo, uno de esos clásicos que nunca pasan de moda. Claro que eso ya lo dijo hace unos cuantos años La Otxoa en su canción “La Baldosa”: “La baldosa de Bilbao está de moda y el que nunca mire al suelo que se…”. Termínenla ustedes mismos.

Comerse la ciudad

Jabones, anillos, imanes… el mismísimo pañuelo de fiestas ha sucumbido al encanto de la baldosa. El mundo de la gastronomía también le ha dedicado su particular homenaje. En concreto han sido los maestros confiteros locales quienes han sabido ver su cara más dulce y apetitosa. De esta forma la baldosa de Bilbao ha pasado de los suelos a los exquisitos escaparates de pastelerías y confiterías en forma, y apetitoso sabor, de tarta y bombones.

La Tarta Bilbao

En el milagro de la transformación intervienen azúcar, agua, nata, café, cobertura blanca y de leche, praliné, barquillo, yema, gelatina y la gracia divina de las manos del repostero. El resultado es una invitación a la gula de un realismo que puede desanimar a las personas más melindrosas. ¿Comerse un trozo de suelo? Avisados quedan de que el parecido con la baldosa original se limita a la forma y al color grisáceo que no al sabor. Dicho esto sin haber probado nunca el sabor del cemento, algo que consideramos desde aquí del todo innecesario.

Si pensamos en el asfalto gris de la ciudad lo primero que acude a nuestra mente es trabajo, estrés, rutina… Unan a ese pensamiento una deliciosa tarta y el asfalto gris conectará a partir de ahora con una sonrisa.

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